Tuesday, February 13, 2007

Esperando a los bárbaros

Empezaré a escribir sobre mis lecturas. Luego las olvido, y vivo afligido por haberlas olvidado. Ya que nadie lee esto, ni yo mismo lo hago, lo utilizaré como un almacén de donde, eventualmente, podré recuperar las impresiones que tuve en algún momento.

Ayer terminé Esperando a los bárbaros, de J.M. Coetzee. No había leído nada suyo por la desconfianza que le tengo a las traducciones. Como el inglés es el único idioma que leo de corrido, trato de, en lo posible, leer a los autores que escriben en esa lengua en su versión original. Esto me sirve, también, como barrera económica: así me ahorro de comprar traducciones del inglés y compro, en cambio, más libros en español. Aún así, si se presenta la oportunidad, leo la obra traducida. En este caso se presentó en la forma de mi amigo Lucas, el cual me prestó el libro, ahorrándome así el dinero de comprarlo (casi: perdí el libro y tuve que reponerlo).

El libro en sí me gustó bastante. Tal vez no haya causado tanta impresión en mí porque, cuando pienso en torturas de regímenes autoritarios, la imagen de la tortura a uno de los asesinos de Trujillo, tal y como la narra Vargas Llosa en La fiesta del Chivo, está grabada en mi cerebro como el non plus ultra. Sin embargo, en la novela de Vargas Llosa dicha escena era solo una parte del fresco, acá la manera en que los regímenes autoritarios pueden destrozar la humanidad de los individuos es el tema principal.

Coetzee nos muestra esto de manera paulatina. En la novela, hay tres casos de tortura principalmente: el del anciano que es interrogado al principio de la novela, y que muere por la interrogación, el de la muchacha bárbara que luego entabla una relación con el Magistrado, y el del propio Magistrado. Luego de leer lo que les sucede a los otros dos, llego a pensar que tal vez el anciano tuvo la mejor suerte. La manera en que rompen el espíritu del Magistrado, animalizándolo, humillándolo, es brutal. El proceso contra él empieza antes de que se de la tortura propiamente dicha. O, más bien, la tortura empieza antes de que se le maltrate físicamente. El ser testigo del maltrato a los bárbaros y no hacer nada al respecto le da un sentimiento de culpa que hace que le sea imposible el establecer una relación humana con la muchacha bárbara, quien se convierte en un fetiche, en parte primordial de un ritual de purificación.

La figura del mal está representada en el coronel Joll y el sargento Mandel, los torturadores que están a cargo de obtener las declaraciones de los bárbaros. Sin embargo, Coetzee no trata de ponerse en el lugar de ellos. Sabe muy bien que es imposible para él comprender que es lo que motiva a personas así (me gustaría leer Les Bienvillantes para ver si es posible). Sólo podemos hacernos la misma pregunta que les hace el Magistrado "¿Pueden realmente dormir haciendo lo que hacen?".

Había leído, también, que Coetzee se inspiró en El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati. Me parece que Coetzee se inspiró en el escenario de Buzzati (un puesto de frontera desértico en un estado alegórico y ácrono, la existencia de un enemigo más allá de las fronteras) para escribir una novela de un tema distinto a la que escribió el italiano. El tema en la novela de Buzzati es existencialista (el vacío de una existencia que deposita todas sus esperanzas en lo que se hará en el futuro), el de Coetzee político. Me parece muy representativo que en El desierto nunca aparezcan realmente los tártaros, y se mantengan como una presencia ominosa, pero lejana, que rige la vida de los hombres de la guarnición. En el pueblo fronterizo de Esperando los bárbaros no forman, en principio, el centro de gravedad de la vida pública. Es solo con la llegada del ejército, enviado desde el corazón del Imperio, que la guerra contra los bárbaros gana importancia.

El libro termina con una llamada de atención a la Sudáfrica de la época en que fue publicado. "He tenido delante de los ojos algo que salta a la vista, y todavía no lo veo". Pero, como toda la buena literatura, puede ser leído sin enmarcarlo en las coordenadas en que fue escrito.

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